Eugenia Bosco cerró el círculo que tanto la incomodaba y ya piensa en su nueva campaña olímpicaEugenia Bosco cerró el círculo que tanto la incomodaba y ya piensa en su nueva campaña olímpica

Eugenia Bosco contó su historia y le dio cátedra al deporte: valores y resiliencia más allá del podio

2025/12/22 19:01

Primero fue un silencio ensordecedor. Después la voz en alto, haciendo eco. Y de nuevo el silencio, pero esta vez, en forma de paz.

Eugenia Bosco, sanpedrina de 28 años y medallista plateada en los últimos Juegos Olímpicos de París 2024, le dio al deporte argentino y a la sociedad, en general, una clase de valentía. Porque a la vuelta de esa cita tenía muchas posibles tareas: ocuparse de cosas comunes que suelen sucederle a los deportistas, como subsanar el vacío de la poscompetencia, o ponerse de inmediato a reconfigurar nuevos objetivos pensando en los próximos. O simplemente descansar y gozar de las mieles de esa fama transitoria que se potencia en los atletas cada vez que vuelven de unos Juegos con una medalla en el cuello. Por caso, hacer muchas notas en la televisión, en la radio, reírse en un streaming, hoy tan de moda.

Eugenia Bosco brilló junto a Mateo Majdalani en los Juegos Olímpicos y luego asumió un reto personal

Sin embargo, no fue su caso. Por supuesto que algunos de estos aspectos sí los afrontó, especialmente el de diseñar junto a su compañero de Nacra 17 (la categoría en la que navega), Mateo Majdalani, la campaña rumbo a Los Ángeles 2028. Pero Eugenia Bosco tenía otra prioridad. Porque desde hacía cuatro años convivía con “una bolita” en la mente. Esa “bolita”, como ella misma la describió hace un año, era el trauma convertido en ruido, recuerdos que afloraron desde el inconsciente. Dolor. Esa “bolita”, como las de acero que se usaban hace tiempo en los viejos juegos de flippers, pegaba en un lado y generaba un caos en el otro, sin un patrón de comportamiento, aunque internamente relacionado con la incomodidad. También, con el miedo y la angustia. Eugenia Bosco supo, cuatro años antes, que aquello que había vivido a los 12 no había sido normal. Y tenía que sacarlo, porque se le podía pudrir adentro.

Entonces, a la vuelta de París denunció a su exentrenador de la escuelita de Optimist del Yacht Club Olivos, Leandro Tulia, por abuso sexual. Tras ella, otras tres mujeres relataron hechos similares ocurridos en tiempos parecidos y bajo las mismas circunstancias: un adulto a cargo, en un lugar de poder, el sueño de una niña, el silencio... Las amenazas. Semanas después hizo pública esta parte de su historia y generó un verdadero cimbronazo: nunca un/a atleta argentino había impactado así con un relato, tan potente y tan voraz que tuvo alcance mundial. No solo copó todos los medios nacionales en todas las plataformas cuando LA NACION dio a conocer esa entrevista en exclusiva, sino que llegó al ámbito olímpico, al ámbito de la vela, a colegas que hoy, por privado en su Whatsapp le preguntan cómo hacer... Por lo bajo circularon (y circulan) historias de gente que Euge conoce y otra a las que ni siquiera vio nunca, pero le llegan por indignación, por empatía, por búsqueda de apoyo... De nuevo por miedo, por decirle “a mí también me pasó”... Y aunque no salgan a la luz, porque cada una es un proceso individual arraigado a una circunstancia personal, están ahí, existen. De pronto, algunos clubes pusieron psicólogos, capacitaciones para entrenadores, espacios de contención. Padres y madres se animaron a preguntarle a sus hijas e hijos qué tal, que si ven algo extraño hablen, que miren este caso. Fue ejemplificadora y ahora es referente.

Eugenia Bosco asumió un proceso doloroso en lo personal, pero de enorme repercusión en el mundo del deporte

Eugenia Bosco llegó a LA NACION a grabar aquella primera entrevista en confidencialidad el 19 de diciembre de 2024. Estaba segura, pero también tenía miedo. Ese jueves, a las 6.30 de la mañana, aún estaba muy oscuro, porque hacía horas que no paraba de llover. La nota se publicó unos días después, el 10 de enero, por una decisión interna de cuidar su integridad y también la de personas de su familia que aún desconocían lo que ella había vivido en los inicios de su infancia-adolescencia. Venían las Fiestas... Y mucho de las emociones dando vueltas. Este 19 de diciembre de 2025 volvió a LA NACION para una nueva entrevista, fresca y sonriente después de navegar por el Río de La Plata en un día soleado, pleno, de cielo despejado y cómplice. Un año exacto. ¿Destino, respuesta o qué?

Este último viernes, Tulia, detenido en febrero, fue condenado a 6 años y medio de prisión. No fue por los hechos que narró Eugenia, porque por el tiempo en el que sucedieron fueron considerados prescriptos (por la vigencia de la Ley Piazza), pero sí por los de otras dos denunciantes en la causa en la que ella fue testigo. En el fallo, la jueza Verónica Di Tommaso resaltó la dura exposición a la que fue sometida Bosco tras la denuncia, y la falta de un beneficio al contar su testimonio. “Ella resultó ser distinguida con medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 2024. Tenemos entonces que en su deporte, la joven está considerada entre las dos mejores competidoras del mundo. Tenía reconocimiento, fama, notas periodísticas, y la certeza de saberse una deportista de élite a nivel mundial. Frente a esta perspectiva, ¿necesitaba exponer lo que le había pasado cuando tenía 12 años?”, sostuvo. Y cerró: “Personalmente estoy convencida que la razón por la cual Eugenia Bosco encabezó la denuncia fue aquella que ella misma explicó en el debate: evitar que a otros niños pudiera pasarle lo que le había pasado a la (pequeña) Eugenia”.

La jueza de la causa valoró las razones de Eugenia Bosco, que relato hechos ocurridos en el inicio de la adolescencia, como otras denunciantes

Eugenia Bosco navega en ríos, mares y océanos. El Nacra 17 alcanza una velocidad de hasta 25 nudos (unos 45, 50 kilómetros por hora impulsado por dos velas) y es como un catamarán “volador” por su espectacularidad evidente. El timonel (el que decide el rumbo del barco) y su tripulante se aprecian como en el aire, haciendo infinidad de maniobras por minuto con la certeza de que un yerro se paga carísimo. Otras veces traslada barcos de un lugar a otro, incluso entre continentes. Y le divierte todo eso aún cuando un “terrenal” podría sucumbir, en la misma circunstancia, en el desasosiego de la inmensidad, de la vastedad del universo, de la finitud de la vida... Del día y la noche. Sin embargo, por mucho tiempo se sintió pequeña, frágil. El secreto que la habitaba la hacia sentir chiquita, indefensa. Pero la vulnerabilidad es una condición humana. Aunque todo esto suene incompatible.

Hoy, Eugenia Bosco se siente cansada por haberle puesto el cuerpo y la voz a su historia, pero también tiene la energía para “comerse el mundo”. Sabe que ese peso no fue individual, sino que fueron muchas historias y está aprendiendo a convivir con eso. Esa sapiencia, de a poco, se convierte en alivio, en la tranquilidad de ver que, más que ser juzgada y señalada como temía al principio, fue escuchada, reconocida, aplaudida. Por qué no, hasta tomada como bandera. Y se siente más fuerte también porque sanó. Sabe que el tiempo no lo borra todo (menos las heridas), pero pone encima una costrita que después se hace cicatriz y compañera de viaje. Se siente empoderada porque ayudó, porque tal vez salvó vidas, porque se sintió abrazada... Porque sabe, en el fondo, que es un símbolo de resiliencia y que vivirá con eso siempre, reconocida por eso. “Para mí esto vale más que una medalla”, dijo este viernes.

Eugenia Bosco está acostumbrada a grandes riesgos, pero dijo sentirse pequeña cuando relató su historia; todo se revirtió

Primero fue un silencio ensordecedor. Después la voz en alto, haciendo eco. Y de nuevo el silencio, pero esta vez, en forma de paz. Entonces, la Euge de 28 años ya puede mirar a los ojos a la Euge de 12 y decirle que está bien. Que en ese momento hizo lo mejor que pudo. Que no fue su culpa. Que se perdone. Qué ya está. Que disfrute, porque además de comprometerse con su novio pronto se va a casar. Le puede decir también que se anime, porque no hay voz más fuerte, genuina y poderosa, que la que sale del corazón. Eso vale para el deporte y vale para la vida.

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