A un siglo de aquella presidencia radical, en el presente está planteada la posibilidad de reiniciar un camino de desarrollo sostenidoA un siglo de aquella presidencia radical, en el presente está planteada la posibilidad de reiniciar un camino de desarrollo sostenido

Marcelo T. de Alvear y el consenso tácito sobre el progreso

2025/12/22 11:03

El período presidencial de Milei se está desarrollando a un siglo de distancia del que presidió Marcelo T. de Alvear entre 1922 y 1928. Hasta que Mauricio Macri finalizó su gobierno, Alvear fue el único presidente no peronista en completarlo. Esta anomalía histórica se potencia en una nación joven como la Argentina, inserta en las tradiciones de Occidente: necesitamos prácticamente la mitad de nuestra vida independiente para retornar a una alternancia política en democracia. Esta anomalía se potencia con otro dato no menos inquietante: Alvear fue el último presidente que desarrolló y finalizó su mandato en una senda de gran prosperidad: durante sus 6 años de gobierno el PBI creció el 42,2%.

Esa evolución del PBI se reflejó en el crecimiento de la industria, tanto nacional como debido a la llegada de docenas de empresas internacionales, en el fuerte aumento de la inmigración, en la sanción de leyes que reglamentaron sistemas de jubilación para ferroviarios, servicios públicos, bancarios, sobre modalidades para el pago de salarios, sobre trabajo nocturno y sobre trabajo de mujeres y niños. Debe mencionarse también que Alvear nombró a Enrique Mosconi al frente de YPF, quien la llevó a una rápida expansión. Al entregar su gobierno el PBI per cápita argentino se ubicaba entre los primeros diez puestos del mundo.

Marcelo Torcuato de Alvear (1868-1942) es una figura que no ha recibido el reconocimiento que se merece. Quizá porque luego de asumir la presidencia fue gradualmente enfrentado por los partidarios de Yrigoyen y más tarde por liderar una valiente lucha contra el régimen conservador de la Concordancia. Sin embargo, esas asperezas no deben hacernos olvidar que su presidencia significó un período brillante de nuestra historia, al que Alvear contribuyó con un elenco notable de gobierno y una conducción basada en un puñado de ideas fuerza que no se discutían y que luego fueron olvidadas.

Alvear era miembro de una familia patricia del país. Su abuelo fue Carlos María de Alvear, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1815 y comandante del ejército en la guerra con el Brasil en 1827, donde obtuvo la brillante victoria de Ituzaingó, que permitió liberar del yugo brasileño a la Banda Oriental del Uruguay. Su padre fue Torcuato de Alvear, el primer intendente de Buenos Aires. Fue abogado de profesión.

Su actuación pública se inicia en el mitin del Jardín Florida en 1889, luego pasa a ser secretario de Leandro N. Alem. Producida la Revolución del Parque que derroca al presidente Juárez Celman en 1890, al año siguiente acompaña a Alem, quien funda la Unión Cívica Radical. Y colabora activamente en los primeros pasos del flamante partido político. Conoce a Hipólito Yrigoyen y se suma a la abstención electoral como arma revolucionaria. Participa de la revolución radical de 1893 y en 1897 asiste a Yrigoyen en su duelo con Lisandro de la Torre.

Sancionada en 1912 la ley Saénz Peña de sufragio universal y secreto, es elegido diputado nacional por cuatro años. En las elecciones presidenciales de 1916, contra los pronósticos de los reformistas liberales que habían impulsado la ley, se impone Yrigoyen, quien le ofrece ser embajador en Francia, cargo en el que permanece hasta 1922.

​En una decisión que quizá muestra qué pensaba Yrigoyen sobre el modelo de progreso vigente, el caudillo radical lo designa para sucederlo. Alvear es elegido presidente y asume el cargo el 12 de octubre.​

Vista en perspectiva, esta elección fue un acierto extraordinario, destinado a ganar la confianza de la sociedad argentina. El fracaso de la segunda presidencia de Yrigoyen ha hecho olvidar que esbozó una lúcida estrategia política al designar a Alvear. De no haber tenido lugar el fatídico trienio 1928-1931, los historiadores juzgarían la decisión de Yrigoyen como una jugada maestra para consolidar la república democrática. Que de hecho tuvo vigencia entre 1916 y 1928. En pocas etapas de la historia argentina se vivieron años de prosperidad como en la presidencia de Alvear.

Quizá basado en la evidencia del nombramiento de Alvear por Yrigoyen y quizá tomando debida nota de su aceptación del modelo económico en curso, David Rock sostiene que entre conservadores y radicales existía una alianza tácita (El radicalismo argentino, 1890-1930). Rock no está errado: hasta 1928 no existió un cuestionamiento de fondo al modelo de progreso inaugurado en 1880. A pesar de las luchas políticas y sociales que abundaron en esos cincuenta años de nuestro pasado, el consenso tácito sobre el sistema económico no se vio modificado.

Según esta hipótesis histórica, se puede concluir que los períodos de progreso en el país requieren liderazgo político pero, muy especialmente, del consenso tácito de la mayoría de la sociedad, representada por la población en general, y por sus empresarios, sindicalistas, medios de comunicación, economistas, y, en la actualidad, por un fuerte apoyo de la juventud.

A los argentinos nos llevó cincuenta y tres años recuperar la democracia. En materia de progreso ese cálculo se amplía según quien sea el analista. Cincuenta años si se parte del Rodrigazo en 1975; ochenta años si se parte de la primera presidencia de Perón; casi un siglo si se parte del golpe de 1930. Cualquiera sea la opción que prefiera el lector, no es posible negar que la presidencia de Alvear fue la última en que todos los indicadores económicos, demográficos y sociales fueron positivos.

Mirándonos en el espejo de esa época, en la que conservadores, radicales, demócrata-progresistas y socialistas estaban de acuerdo sobre las bases del progreso, más allá de la lucha política diaria, cabe tener la esperanza de creer que hemos aprendido la lección y la sociedad argentina está preparada para sostener políticas de Estado a largo plazo, en forma independiente de quien gobierne.

A un siglo de la presidencia de Alvear, en el presente está planteada la posibilidad de reiniciar un camino de progreso sostenido. El presidente Milei encabeza esa posibilidad y de él y de las fuerzas políticas no kirchneristas depende que los consensos tácitos que se observan en la sociedad argentina se concreten en reformas que hace décadas se plantean pero nunca han llegado a materializarse.

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