Pulpería La Colifata está ubicada en Defensa 1344, en el barrio de San TelmoPulpería La Colifata está ubicada en Defensa 1344, en el barrio de San Telmo

“Por primera vez me sentí útil”: el disruptivo proyecto de la radio del principal hospital neuropsiquiátrico del país

2025/12/22 02:50

La antigua casona ubicada en Defensa 1344, donde por una década funcionó la pulpería Quilapán, volvió a abrir sus puertas. Pero ya no como un bar porteño pintoresco ni como un punto gastronómico: ahora es Pulpería La Colifata, uno de los proyectos más ambiciosos que encaró la radio del Hospital Borda en sus 34 años de historia.

“Abriremos todos los viernes y los domingos de diciembre con distintas actividades”, explicó Alfredo Olivera, fundador de La Colifata. El viernes 5 pasado fue la primera vez que el espacio recibió público luego de su inauguración el 31 de octubre, y LA NACION estuvo allí para conocerlo.

Antes de convertirse en la Pulpería La Colifata, el lugar funcionaba como Quilapán. Tatiana y Gregorio Fabre, una pareja de arquitectos extranjeros que llegó a la Argentina en 2012, habían reabierto la casona y la transformaron en un polo gastronómico con impronta histórica. Sin embargo, hace poco más de un año, Gregorio se acercó a La Colifata: contando que tenía esta pulpería y que, desde hacía un tiempo, estaba desanimado con el proyecto.

“Él nos escribe un mail y nos dice: ‘Hola, conocí La Colifata. Quiero saber en qué los puedo ayudar’. Y nosotros le contestamos y le dijimos: ‘Antes de contarte qué necesitamos, ¿por qué no nos conocemos y nos decís quién sos?’. Ahí empezó el vínculo con Gregorio”, recordó Analía Valotta, coordinadora de La Colifata.

Gregorio ya no vive en Buenos Aires, está en Suiza, por lo que el primer encuentro fue por videollamada. Semanas después, La Colifata le presentó el proyecto que buscaba desarrollar en ese nuevo espacio. La idea le encantó, y así comenzó una historia que hoy vuelve a darle vida a la pulpería.

El primer patio interior de la pulpería, donde se exhiben varias máquinas antiguas y hallazgos arqueológicos

La pulpería es hoy la base física de una idea que La Colifata viene desarrollando desde hace años: que los integrantes de la radio dejen de ser vistos como “asistidos” y pasen a ser sujetos activos, capaces de impulsar, certificar y sostener cadenas de producción ética.

Ese concepto empezó a tomar forma hace varios años bajo el nombre “Productivos para sí y para terceros: la revolución donde los usuarios psiquiátricos promueven la salud y el comercio ético”, una propuesta que busca desarmar una mirada todavía extendida, que rara vez concibe a quienes tienen o tuvieron padecimientos psíquicos como personas capaces de desenvolverse plenamente o incluso de ayudar a otros.

La esencia del proyecto de la pulpería radica en producir un cambio profundo en el lugar que ocupan sus participantes. “Los pacientes dejan de estar posicionados como ‘objeto’ de políticas de rehabilitación —un rol pasivo— para transformarse en ‘sujetos’ activos que crean, promueven y sostienen espacios de salud colectiva y comunitaria”, explicó Analía.

Ese desplazamiento de rol, sostuvo Olivera, es central para el sentido del proyecto. “Este cambio es considerado el mejor instrumento de rehabilitación posible, porque permite la reintegración a la vida social desde un lugar digno, valorado y en pleno ejercicio de los derechos ciudadanos”, agregó. En ese proceso, el paciente psiquiátrico —muchas veces atravesado por situaciones de vulnerabilidad o pobreza— pasa a ocupar un lugar social significativo y, al mismo tiempo, contribuye a dar visibilidad a otros colectivos que producen de manera saludable.

Ese giro no es aislado, sino la evolución natural de un proyecto que nació hace casi 35 años en el Hospital Borda como la primera radio en transmitir desde un neuropsiquiátrico. Aquella experiencia —que con el tiempo se ramificó y se replicó en distintos lugares del mundo— hoy busca conectarse con emprendimientos sustentables de otros colectivos y contribuir a la inclusión económica y al comercio justo.

En sus comienzos, La Colifata no tenía antena: se producían y grababan microprogramas que luego se reproducían en cualquier espacio que los recibiera. Los realizadores eran internos y exinternos del principal hospital psiquiátrico del país.

“Fue la primera en el mundo en transmitir desde un psiquiátrico y en los 90 tuvo mucha visibilidad. Después se replicó la idea. A punto tal que, bueno, yo estoy en París ahora, desarrollando acá también el modelo Colifata”, explicó Olivera.

La Colifata es un proyecto que ya lleva 34 años

El viernes 5 pasado, esa voluntad de poner al paciente en el centro se hizo visible. Desde las 19, el público comenzó a acercarse; la radio salió en vivo, con “colifatos” –como se llaman a los integrantes de este colectivo– y también clientes participando del programa. El conductor les preguntó a los asistentes por qué estaban allí, qué les parecía el lugar y cómo habían descubierto La Colifata.

Además, los visitantes pudieron probar comida elaborada en los talleres de gastronomía que se realizan los martes y los jueves. Fueron también los propios pacientes quienes sirvieron las mesas, y recibieron un sueldo a partir de las ganancias de la pulpería.

“En 2016 empezamos a pensar a La Colifata como un instrumento para ayudar a estas personas a salir de la pobreza, pero inscripto en un proceso cuidado, ligado a la salud mental. Esa idea se materializó en la pulpería”, explicó el fundador de La Colifata.

Por primera vez, los “colifatos” ocupan un rol activo. “La sociedad te hace creer y sentir que sos un inútil; por primera vez me sentí útil”, explicó Ariel, uno de los integrantes de La Colifata.

“Estoy contento porque esto va a ser una salida laboral para mí”, contó Máximo, otro miembro del colectivo, que busca reinsertarse en el mercado de trabajo luego de perder el beneficio estatal que recibía.

Miembros de La Colifata

A su vez, los domingos la radio desembarca en la feria de San Telmo, donde un grupo de “colifatos” vende café y productos elaborados en esos mismos talleres. “La verdad, nos recibieron muy bien los feriantes, y el público estuvo presente, vino y estaba contento”, explicó Wayra, barista profesional y coordinador de los talleres de café.

Todos los alimentos y bebidas que se sirven —tanto los viernes en la pulpería como los domingos en la feria— están elaborados con insumos agroecológicos seleccionados por el propio equipo. “Esa búsqueda comienza en el taller ‘Los curiosos colifatos’, donde se investigan proyectos productivos de todo el país llevados adelante por personas en situación de vulnerabilidad que, al mismo tiempo, trabajan con criterios de cuidado ambiental, explicó Analía.

Cuando los talleres identifican un emprendimiento que cumple con esas condiciones, el proceso continúa en el territorio: el equipo viaja, entrevista, documenta y compra insumos a productores que respeten dos principios centrales —el trabajo amigable con el ambiente y relaciones humanas justas y cuidadas—.

Si el emprendimiento cumple con todas las características, se le otorga un sello, como si fuera un IRAM. “Este sello se concede a emprendimientos llevados adelante por colectivos estigmatizados y vulnerados, como expresos, mujeres víctimas de violencia de género, habitantes de asentamientos o grupos vinculados a la salud mental”, explicó Olivera.

“En Mercedes, por ejemplo, las gallinas ponen en el tiempo de ellas: son huevos integrales, están sueltas. Y quienes los producen son personas que estuvieron en situación de calle o atravesaron situaciones de violencia de género, y cumplen con los dos requisitos”, contó Analía.

El segundo patio, donde los viernes se realiza la radio en vivo con los colifatos y los clientes

También se creó otro taller, “Los creativos colifatos", encargado de diseñar campañas publicitarias —sonoras y audiovisuales— para esos proyectos. “Y después está el tercer grupo, que se ocupa de la logística y la venta”, explicó Olivera.

En esos talleres, los integrantes diseñan y graban spots para difundir estos emprendimientos éticos y sustentables en FM La Colifata 100.3 y en redes sociales. Ese trabajo se completa en el territorio. Cuando los “colifatos” viajaron a Mercedes para comprar harina y huevos, filmaron todo el proceso: entrevistaron a los productores, hicieron preguntas, cargaron los cajones y los trasladaron hasta la pulpería. Ese registro luego se transforma en una narración que el público puede escanear cuando se sienta a tomar un café o compra una mermelada, un pan o una galletita elaborada con esos insumos.

En una de las escenas, un “colifato” explica frente a cámara: “Hay gallinas sueltas. Nos llevamos estos huevos, huevos naturales, de gallinas felices… y nos comprometemos a contarles a los clientes quiénes son ustedes”.

Todo ese proceso queda documentado y se muestra al público a través de códigos QR, que están pegados en cada producto. Al escanearlos, el comprador puede acceder también a microprogramas de La Colifata sobre salud mental o escuchar a los integrantes recitar artículos de la Ley Nacional de Salud Mental, como ocurre en el Café “Hugo López”.

De ese modo, el cliente no solo conoce la cadena ético-sustentable y los valores incorporados en la producción, sino también las historias de quienes la hicieron posible. “El cliente, cuando compra, a través de un QR sabe qué se está llevando a la panza. Y no solo en términos de trazabilidad: accede, gracias a los ‘colifatos’, a las historias de otras personas y otros grupos”, explicó Analía.

La pulpería —que ya era un espacio histórico y muy querido en San Telmo— encontró en La Colifata una nueva vida. Los vecinos ya comenzaron a acercarse y a proponer talleres para poder participar también del espacio: un visitante quería aprender a hacer las galletitas; otra preguntó por clases de barismo. Ese es, justamente, el objetivo de La Colifata. “Lo importante es que la comunidad venga, conozca el espacio y participe”, concluyó Analía.

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