Ted Noffey en medio de un entrenamiento durante su participación en la última Breeders' Cup, donde se lo identificaba cada mañana con el mandil 708Ted Noffey en medio de un entrenamiento durante su participación en la última Breeders' Cup, donde se lo identificaba cada mañana con el mandil 708

Ted Noffey, el tordillo que convirtió un fallido en nombre propio y puede ser la próxima gran estrella

2025/12/19 19:26

Ted Noffey es un caballo cuyo nombre trascendió las fronteras del turf norteamericano en poco tiempo. Se coló en las transmisiones televisivas, las redes sociales, los medios especializados y en ese espacio peculiar en el que las anécdotas van camino a convertirse en algo mitológico para los apasionados de las carreras. Más allá del consignado nacimiento en Kentucky en enero de 2023, su historia pública no comenzó en una pista ni en un stud, sino en un lugar inesperado: la edición de un periódico.

Para entender cómo un error tipográfico puede transformarse en una insignia deportiva, hay que volver casi un semestre atrás. Ned Toffey, gerente general de Spendthrift Farm, uno de los centros de cría más importantes de los Estados Unidos, había sido protagonista de una entrevista extensa sobre su filosofía de trabajo y los secretos de la cabaña y el legado del extraordinario padrillo Into Mischief. Era un retrato profesional, pulido, sin estridencias. Pero al salir publicado, un detalle desvió el foco: su nombre aparecía mal escrito. Donde debía decir Ned Toffey, decía Ted Noffey.

Ted Noffey, llevado por dos asistentes del equipo de trabajo del entrenador Todd Pletcher, tras ganar la Breeders' Cup Juvenile en Del Mar

La errata fue detectada por Meghan Toffey, la propia hija del gerente. Advertido, el medio corrigió el fallido inmediatamente, pero es una época en la que la tecnología se mueve a la velocidad de la luz y una captura de pantalla había dejado una huella. Quedó flotando en las redes sociales, haciendo sonreír a quienes conocen a Toffey, un hombre meticuloso y casi quirúrgico en su forma de conducir su imperio caballar. Verlo convertido en “Ted Noffey” era una especie de caricatura involuntaria. Nadie imaginaba lo que vendría después, enlazando dos historias.

En la subasta anual más emblemática de ese país, en septiembre de 2024, Spendthrift Farm había adquirido en 650.000 dólares un tordillo hijo de Into Mischief y Streak of Luck, de buena estructura y una actitud curiosa. Era un prospecto interesante, prometedor, pero todavía anónimo desde lo competitivo. No tenía entrenamiento ni carreras corridas. Tampoco, nombre. Criado por Aaron y Marie Jones, que decidieron venderlo, aquel día del remate el grupo del haras que fue a intentar detectar una joya entre los cientos de caballos que se ofrecían estaba algo cansado y no iba a quedarse mucho más, pero el tordillo le llamó la atención a Toffey mientras observaba a otros potros de menor edad y ganó la puja.

Ted Noffey, a la hora de la comida, en el box que ocupó en Del Mar, donde ganó su tercer gran premio seguido a fines de octubre pasado, en la Breeders' Cup

Al momento de bautizarlo, meses después, alguien lanzó la broma: “¿Y si lo llamamos Ted Noffey?”. La ocurrencia resonó más de lo previsto. Tenía algo simpático, fácil de recordar. Y, sobre todo, era un guiño interno que hablaba del costado humano del ambiente. Se decidió desdramatizar el recuerdo: nacía oficialmente un caballo bautizado por un error tipográfico. Pero el dueño de Spendthrift Farm lo supo sólo cuando llegó la lista de gastos de los caballos que tenían en entrenamiento y lo descubrió.

Lo que tampoco nadie podía prever es que ese nombre, elegido entre risas, iba a convertirse en una marca de excelencia. Cuando Ted Noffey pisó una pista formalmente, parecía un caballo que había corrido toda su vida, que sabía todo. En su debut triunfal en Saratoga, uno de los hipódromos neoyorkinos, corrió con una autoridad impropia de un ejemplar de baja edad y nula experiencia, marcando parciales firmes y rematando con la soltura de un veterano. A partir de aquel 2 de agosto, su campaña se volvió una ruta perfecta. Cuatro salidas, cuatro primeros. Y tres, en el mayor nivel: el Hopeful Stakes (G1-1400m) por ocho cuerpos y medio en el mismo trazado, el Breeders’ Futurity (G1-1700m) en Keeneland y la joya de la categoría, la Breeders’ Cup Juvenile (G1-1700m) en Del Mar, a fines de octubre pasado.

En cada una de esas carreras, siempre sobre arena y montado por la estrella boricua John Velázquez, el tordillo exhibió un patrón repetido: inteligencia para ubicarse en el desarrollo, potencia para desafiar la presión y un remate sólido que desarmó cualquier ilusión de sus rivales más cercanos. Desde el primer día, lo entendió todo. Con cada triunfo, su nombre comenzó a circular con mayor fuerza y la anécdota original —aquel error en el periódico— reapareció en las entrevistas, publicaciones y programas televisivos. Los aficionados descubrieron, así, que ese nombre no provenía de una tradición familiar o de alguna extraña combinación de su vínculo por consanguinidad, tan común en el ambiente turfístico, sino de una equivocación editorial que el propio Toffey recuerda hoy con humor. “Mientras siga corriendo así, pueden llamarlo como quieran”, sentenció.

“Si observan a algunos de nuestros otros caballos mucho menos famosos o nada destacados, verán que varios fueron nombrados en honor a alguien, incluyendo uno llamado B. Wayne [por el creador del haras] que debería haber sido una superestrella. De hecho, probamos el nombre dos veces. El primer caballo no llegó a las carreras y el segundo, simplemente no era bueno. Hay veces que funciona muy bien y otras que no. Una de las cosas que sí sabemos es que es realmente difícil saber cuál de estos caballos se convertirá en algo”, describía Ned. “Recuerdo haber pensado al mirarlo: ‘¿Es este caballo demasiado obvio?’. Era así de bueno. Descubrí que con algunos de los mejores caballos que compramos se necesita muy poco tiempo para mirarlos y tomar una decisión”.

Vuela hacia la meta Ted Noffey (8) con el jockey John Velázquez; ganó la Breeders’ Cup Juvenile en Del Mar y está invicto en cuatro carreras

Ese contraste entre la potencia impecable del caballo y la torpeza simpática del origen de su nombre elevó la historia a otra categoría. En un deporte cargado de supersticiones, linajes y solemnidad, que incluso llega a hacer que cambiar la denominación no sea visto como un buen augurio, Ted Noffey apareció como un recordatorio de que la grandeza también puede nacer del azar. Lleva un nombre que no estaba destinado a existir, es un fallido que se convirtió en broma y mutó en un símbolo. El potrillo, paradójicamente, corre con la determinación del que está escribiendo algo más grande que una campaña perfecta. En la historia del turf, pocas veces un caballo unió tan bien dos mundos: el del rigor profesional y el de un accidente de escritura casi mágico.

Si algo dejó en claro este potrillo que ahora transita unos meses de vacaciones es que la identidad no siempre se elige. A veces se encuentra, a veces se hereda... y a veces cae desde lo que genera una mano distraída. Hoy, mientras se proyecta su futuro clásico en 2026 y se lo menciona como uno de los candidatos fuertes rumbo a la Triple Corona, Ted Noffey ya se aseguró un lugar especial en el anecdotario del turf moderno. Por lo que ganó, por cómo llegó a existir su nombre. Un caballo fuera de lo común que tiene, además, en esa imperfección nominal, la otra cuota de su encanto más puro.

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