Diciembre es el mes de los postres con historia, y el fruit cake ocupa un lugar especial. No es un pastel cotidiano: su densidad, su mezcla de frutas deshidratadas, nueces y especias, y su carácter casi ceremonial hacen que aparezca solo cuando el calendario lo justifica.
En Europa y América, este pastel se asocia al invierno, a la despensa bien surtida y a la idea de conservar sabores en una época donde el frío obligaba a planear con anticipación.
La importancia del fruit cake en diciembre está en su simbolismo. Tradicionalmente se preparaba con semanas —incluso meses— de antelación, permitiendo que los sabores maduraran y se integraran. Era un pastel de celebración, de abundancia y de cierre de ciclo. Hoy sigue siendo un postre que habla de pausa, de cocina paciente y de reuniones largas alrededor de la mesa, justo lo que define a la temporada decembrina.

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